lunes, 25 de noviembre de 2013

Festival de Cine de Mar del Plata: Competencia Internacional

Las Analfabetas (Dir. Moisés Sepúlveda)

No es un dato menor que sea la primera película de este director. Retrata la dificultad y complejidad de las relaciones humanas; haciendo coexistir en una única locación a dos personalidades diametralmente opuestas: una señora en sus 50 analfabeta, solitaria y realmente difícil de llevar con una maestra de castellano que acusa entre 25 y 30 años, obstinada, pasional e idealista, que resulta más compleja de lo que aparenta: lidia constantemente con un conflicto personal muy importante y sí, trasgresor. Ambas se volverán compañeras, contagiándose una de la otra y exponiéndose para lograr un objetivo: aprender a leer.
Ximena vive en Chile, en algún barrio tirando a asentamiento, pero lejos de ser una villa. Vive sola y a pesar de tener siempre una respuesta para todo y “tener calle”, tiene también una limitación: no sabe leer ni escribir. Sin familia, sólo es visitada por una amiga que cada tanto va a leerle los diarios. Está acompañada únicamente por su colección de lazos de amor en envases plásticos que tiene colgados por todo el patio y recortes de periódicos y revistas: ella ojea las fotos que les gustan y recorta las notas para que luego vaya su amiga a leérselas. Su casa es ámbar y descuidada, como ella, y como ella se separa de la calle con un portón macizo de metal, desgastado, y cerrado con una fuerte cadena y un candado que cuelga del lado de adentro. Todo el tiempo está fumando: es una chimenea constante pero en ningún lado se ve un cenicero. “¿Me puede decir que dice ahí que no traje los anteojos?”. Sabe arreglárselas y no necesita de nadie.
El conflicto aparece cuando su amiga y única visitante no puede ir a verla por problemas de salud y envía a su hija, la profesora.
Su nombre es Jacqueline y hace años que no veía a la amiga de su madre. Se recibió hace no mucho y acaba de terminar una pasantía en una escuela. Ahora, y con la paciencia y la pasión declaratoria de los docentes de raza, se ofrece a continuar con la labor de lectura emprendida por su progenitora. Ante el ofrecimiento, Ximena se siente vulnerable porque una desconocida (aunque conocida en algún momento) esté al tanto de su incapacidad. A pesar de su discurso inicial, su vestimenta y sus modales, Jacqueline no es ni tonta ni mojigata; es la forma que encontró de esconderse y no ser juzgada. “No soy como son los demás profesores. No es así como deben ser los maestros. Los maestros están en la escuela y no hacen estas cosas” (Spoiler al final de la nota).
La dinámica entre ambas choca al principio, llegando a desarrollarse en una arena de sarcasmo e ironía en la que ambas, constantemente, se miden. De este escenario, descubren, que no son tan diferentes y que pueden llegar a llevarse mucho mejor.
Tras descubrir una carta que el padre de Ximena -long gone- había dejado a su hija adentro de una estatuilla negra de Buda, Jacqueline ofrece sus servicios para enseñarle a leer y a escribir. Para sorpresa de todos, Ximena acepta.
El camino tiene ahora un objetivo y ambas transitan juntas, aunque siguen chocando ocasionalmente. La palabra “analfabeta” detona las frustraciones y resentimientos de Ximena, que responde violenta e impulsivamente. Pero Jacqueline resiste y no se deja amedrentar por lo que, en otro ámbito, sería el berrinche de un niño pequeño.
Ciertas tomas en la película resultan extremadamente declarativas del drama espiritual que atraviesan. Una de estas escenas las ubica en el centro de una alta ventana, donde se las ve de espaldas - J sentada y X parada- y, por efectos de la luz que entra por la apertura, en sombra. Ambas tienen por unos instantes la misma silueta negra dentro del rectángulo iluminado. Son iguales.
Las clases pasan y Ximena comienza a sonreír con orgullo, algo que aún no sabe muy bien cómo lucir por falta de práctica, al leer el recorrido de los colectivos silabeando como un infante: “a-los-mo-rros-es-qui-na-cen-te-na-rio”; o al leer el graffiti que le escribieron en la pared de su casa: “y-dón-de- es-tá-la-a-le-grí-a?”.
La inversión de roles entre ambas es una herramienta de exposición que deja al descubierto que lo que en verdad importa es el corazón y la voluntad; y no las edades o los roles.
La película en su totalidad resulta muy bien lograda, atacando por varios flancos (ya que la música es también descorazonadora cuando quiere) la sensibilidad de la audiencia y describiendo la fibra misma de los personajes que desafían el orden natural: Ximena dice que –aunque no sean madre e hija por sangre, en edad podrían serlo- y que está mal que la hija enseñe cosas a la madre; y que si es así, es porque siente vergüenza de ella.

Una ópera prima justamente galardonada para este nuevo director chileno, que promete haber descubierto la forma de exponer sin barrocar ni recargar, de demostrar sin producir y de dejar que la figura principal sea el personaje en un entorno controlado y simplista: no existen otros personajes y hay muy pocas locaciones fuera de la casa de Ximena.
Otro ejemplo de libro de que mientras menos, más. Felicitaciones.

Eldi: Nació en Santiago, Chile, en 1984. Estudio en la Universidad Arcis y además de director es guionista y mago profesional. Escribió y dirigió videoclips, cortometrajes y series de Tv. Actualmente trabaja el desarrollo de su segunda película: Sed, la historia detrás del fraude.


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