Las Analfabetas (Dir. Moisés Sepúlveda)
No es un dato menor que sea la primera película de este director.
Retrata la dificultad y complejidad de las relaciones humanas; haciendo
coexistir en una única locación a dos personalidades diametralmente opuestas:
una señora en sus 50 analfabeta, solitaria y realmente difícil de llevar con
una maestra de castellano que acusa entre 25 y 30 años, obstinada, pasional e
idealista, que resulta más compleja de lo que aparenta: lidia constantemente
con un conflicto personal muy importante y sí, trasgresor. Ambas se volverán
compañeras, contagiándose una de la otra y exponiéndose para lograr un
objetivo: aprender a leer.
Ximena vive en Chile, en algún barrio tirando a asentamiento, pero
lejos de ser una villa. Vive sola y a pesar de tener siempre una respuesta para
todo y “tener calle”, tiene también una limitación: no sabe leer ni escribir.
Sin familia, sólo es visitada por una amiga que cada tanto va a leerle los
diarios. Está acompañada únicamente por su colección de lazos de amor en
envases plásticos que tiene colgados por todo el patio y recortes de periódicos
y revistas: ella ojea las fotos que les gustan y recorta las notas para que
luego vaya su amiga a leérselas. Su casa es ámbar y descuidada, como ella, y
como ella se separa de la calle con un portón macizo de metal, desgastado, y
cerrado con una fuerte cadena y un candado que cuelga del lado de adentro. Todo
el tiempo está fumando: es una chimenea constante pero en ningún lado se ve un
cenicero. “¿Me puede decir que dice ahí que no traje los anteojos?”. Sabe
arreglárselas y no necesita de nadie.
El conflicto aparece cuando su amiga y única visitante no puede ir a
verla por problemas de salud y envía a su hija, la profesora.
Su nombre es Jacqueline y hace años que no veía a la amiga de su
madre. Se recibió hace no mucho y acaba de terminar una pasantía en una
escuela. Ahora, y con la paciencia y la pasión declaratoria de los docentes de
raza, se ofrece a continuar con la labor de lectura emprendida por su
progenitora. Ante el ofrecimiento, Ximena se siente vulnerable porque una
desconocida (aunque conocida en algún momento) esté al tanto de su incapacidad.
A pesar de su discurso inicial, su vestimenta y sus modales, Jacqueline no es
ni tonta ni mojigata; es la forma que encontró de esconderse y no ser juzgada.
“No soy como son los demás profesores. No es así como deben ser los maestros. Los
maestros están en la escuela y no hacen estas cosas” (Spoiler al final de la
nota).
La dinámica entre ambas choca al principio, llegando a desarrollarse
en una arena de sarcasmo e ironía en la que ambas, constantemente, se miden. De
este escenario, descubren, que no son tan diferentes y que pueden llegar a
llevarse mucho mejor.
Tras descubrir una carta que el padre de Ximena -long gone- había
dejado a su hija adentro de una estatuilla negra de Buda, Jacqueline ofrece sus
servicios para enseñarle a leer y a escribir. Para sorpresa de todos, Ximena
acepta.
El camino tiene ahora un objetivo y ambas transitan juntas, aunque
siguen chocando ocasionalmente. La palabra “analfabeta” detona las
frustraciones y resentimientos de Ximena, que responde violenta e impulsivamente.
Pero Jacqueline resiste y no se deja amedrentar por lo que, en otro ámbito,
sería el berrinche de un niño pequeño.
Ciertas tomas en la película resultan extremadamente declarativas
del drama espiritual que atraviesan. Una de estas escenas las ubica en el
centro de una alta ventana, donde se las ve de espaldas - J sentada y X parada-
y, por efectos de la luz que entra por la apertura, en sombra. Ambas tienen por
unos instantes la misma silueta negra dentro del rectángulo iluminado. Son
iguales.
Las clases pasan y Ximena comienza a sonreír con orgullo, algo que
aún no sabe muy bien cómo lucir por falta de práctica, al leer el recorrido de
los colectivos silabeando como un infante:
“a-los-mo-rros-es-qui-na-cen-te-na-rio”; o al leer el graffiti que le
escribieron en la pared de su casa: “y-dón-de- es-tá-la-a-le-grí-a?”.
La inversión de roles entre ambas es una herramienta de exposición
que deja al descubierto que lo que en verdad importa es el corazón y la
voluntad; y no las edades o los roles.
La película en su totalidad resulta muy bien lograda, atacando por
varios flancos (ya que la música es también descorazonadora cuando quiere) la
sensibilidad de la audiencia y describiendo la fibra misma de los personajes
que desafían el orden natural: Ximena dice que –aunque no sean madre e hija por
sangre, en edad podrían serlo- y que está mal que la hija enseñe cosas a la
madre; y que si es así, es porque siente vergüenza de ella.
Una ópera prima justamente galardonada para este nuevo director
chileno, que promete haber descubierto la forma de exponer sin barrocar ni
recargar, de demostrar sin producir y de dejar que la figura principal sea el
personaje en un entorno controlado y simplista: no existen otros personajes y
hay muy pocas locaciones fuera de la casa de Ximena.
Otro ejemplo de libro de que mientras menos, más. Felicitaciones.
Eldi: Nació en Santiago, Chile,
en 1984. Estudio en la Universidad Arcis y además de director es guionista y
mago profesional. Escribió y dirigió videoclips, cortometrajes y series de Tv.
Actualmente trabaja el desarrollo de su segunda película: Sed, la historia
detrás del fraude.
No hay comentarios:
Publicar un comentario