Menores
con prontuario
Explorar el tallo doblado
¿Qué pasa cuando el brote arranca
torcido? El relato detallista de Javier Sinay sobre criminales aún verdes.
Javier es
un pibe de los ochenta. Tiene la voz aún joven y disfruta mientras es el
destinatario de las mil y un preguntas que le hacen en el auditorio de la Fundación
para la Educación la Ciencia y la Cultura (FECIC).
“Sangre
Joven” es su primer libro publicado. En él, la crónica periodística crece desde
el género policial duro. El relato: seis casos de homicidios donde o víctima o
victimario aún no había cumplido sus dieciocho primaveras. “Matar y morir antes
de la adultez” es el epígrafe del título. Cómo fue el trabajo de reconstruir
hasta el detalle las seis historias, con sus protagonistas, sus dramas, sus
lugares y sus versiones. Escribir siendo periodista.
- “Sangre
Joven” es una investigación exhaustiva. ¿Qué pretendiste, en primer lugar, de
la publicación?
- Me interesaba mucho hacer un retrato de esa
época y de esos jóvenes, antes de que siguieran creciendo, por una cuestión de
retratar a mi generación, a los nacidos en los ochenta. Dejarlo también como
testimonio para el futuro más lejano que el día de hoy. De acá a veinte o
treinta años podría aportar algo para los que quieran entender cómo vivían los
jóvenes en esa época. Y cómo
morían también.
-¿Una
especie de homenaje?
-
Honrar la memoria de estos chicos. Evitar que se repita algo así.
- Ofreciste
un nuevo enfoque que nunca tocaron los medios tradicionales, ni siquiera en los
años de los crímenes. ¿Por qué?
-
Porque quería contar otra cosa que era más algo relacionado con la vida
cotidiana y no hacer tanto periodismo de investigación clásico puro y duro.
Sino ir por un lado más blando dentro del periodismo policial.
- ¿Eso te
obligó a utilizar recursos más literarios?
-
Es el desafío. Lo que prima es lo periodístico, pero todo el tiempo estas
tratando de hacer trucos literarios o buscándole la vueltita para enganchar dos
partes de la historia. Eso del juego es algo que me gusta, y yo veo que la
realidad en vez de condicionarte un relato, lo potencia.
- La
práctica de los policiales siempre afina la pluma. Pero
¿cómo es abordarlos
desde un nuevo marco, propio e independiente?
- Comparando este trabajo con el trabajo para
una nota es mucho más grato el trabajo del libro. Tenés más tiempo, mayor
dominio sobre el texto que estás trabajando y sobre cómo lo querés encarar y
qué querés contar. También estás más solo y eso es mejor, en un punto. –Se ríe- Bueno, puede ser peor también,
pero en mi caso lo disfruté.
-¿Y las
entrevistas?
-
Siempre es interesante hablar con alguien que hizo algo extraordinario. Es una
oportunidad única. Las historias son muy terribles. En mi caso me cargaba
bastante especialmente cuando hablaba con las madres.
-¿Qué cosas
surgían en las entrevistas? Tocar temas como el hijo
criminal o asesinado debe
levantar ciertos revuelos.
-
De todo. Mira, el padre de uno de los chicos muertos en Carmen de patagones me
recibió dos veces. La primera vez me contó la historia. Se alteró bastante y me
fui, de noche. La segunda vez me dijo: “Yo ayer te recibí, yo iba a comer, te
conté la historia de mi hijo, me quede sin hambre, se me arruinó la noche. Sin
embargo lo hice porque ustedes (los periodistas), siempre vienen acá y después
escriben cualquier cosa. Y yo quiero que escribas bien, y por eso te la conté.
Y quiero que pienses en mi hijo cuando vayas a escribir y que sientas que él te
está mirando”.
-
Involucrarte a ese punto debe ser fuerte, como escritor y como persona. Pero
como periodista, ¿qué te decía la ética y la práctica con respecto a meterte
tan de lleno con las historias de los demás?
Trae a la conversación el caso de
Federico Molina, asesinado de tres puñaladas en El Teatro de Colegiales a fines
de 2003, víctima de un triángulo amoroso juvenil y extraño: “Eso fue una pregunta que yo noté en el caso de Federico Medina porque
me lo dijo la chica, La Pimpollo. Me dijo: “¿qué te andás metiendo en estos
asuntos?” Y yo no lo había pensado hasta ese momento. Creo que un poco de razón
tiene, pero también es un hecho público, que afecta a toda la sociedad, un
homicidio”.
-Y ahí
metes al periodista…
-Y en ese
sentido creo que es ético averiguar qué pasó y contarlo de esta manera.
Tratando de contar algo más. Tratando de hacer un retrato generacional, o
tratando de que quede algo para el futuro. Si uno lo cuenta para contar el
morbo, habrá que ver. Aunque uno quiera también contar el morbo, también es un
hecho importante para todos.
Javier asegura que escribir “Sangre
Joven” le dejó varias enseñanzas. Una de ellas muy interesante: “Creo
que hay gente violenta, predispuesta a la violencia que puede terminar haciendo
algo así. Y hay gente ordinaria, que cruza una línea extraordinaria. Y creo que
en el libro hay de los dos.”